ILUSIONES Y RECUERDOS
La familia Cohen está de fiesta.
Van a celebrar el Bar Mitzva de Ariel, el más pequeño de los hijos.. Los padres se encargan de la tarea más pesada: el salón, la comida, el entretenimiento. Javier, el hermano mayor está asesorando
sobre la música más adecuada para la gente joven. Iara, su hermana de dulces dieciséis años, selecciona diseños de tarjetas de invitación y arreglos florares. La abuela Berta es la encargada de buscar viejas fotos familiares para armar un video.
Todo marcha sobre rieles. Sólo hay un pequeño problema: Iara quiere invitar a la celebración a Dan, su noviecito y sus padres se oponen. Ellos dicen que Dan es sólo una simpatía, un amigovio y no corresponde que participe en el acontecimiento familiar. Iara sostiene que no se respetan sus sentimientos ya que ella quiere compartir con él la alegría de este momento tan importante. La abuela entiende la actitud de los padres pero se llena de dudas cuando ve los ojos tristones de Iara,
Berta busca y rebusca en el cajón de las fotos. Ya ha seleccionado varias que le traen hermosos recuerdos. De pronto, su vista se detiene en una foto. Es la de un grupo de jóvenes que participan de una excursión organizada por el colegio, Se ve a sí misma, adolescente, de la mano de Iosi. Un vendaval de recuerdos la conmueve.
Cierra los ojos y piensa en Iosi. Flaco, ojos pardos, el pelo rebelde, una sombra de vello sobre su labio superior. Iosi, siempre cariñoso y respetuoso la venía a buscar todas las mañanas para ir al colegio. Recorrían pocas cuadras tomados de la mano, hablando de sus cosas, sus sueños. Era el momento más feliz de cada día.
Berta recuerda aquella terrible mañana en que Iosi no llegó a la hora fijada. Hasta el cielo estaba cubierto de negros nubarrones. Ella se sentía muy desalentada porque, el día anterior, había visto a su compañera Lidia, la pechugona, coquetear con Iosi. Lidia era una comehombres. Usaba una remera dos talles más chicos de lo adecuado para destacar sus atributos. Llevaba la pollera muy corta para mostrar las piernas, Su actitud era siempre provocativa. Berta, en cambio, era una jovencita delgada, de rizos indomables y pocas curvas. ¡ El pobre Iosi había sucumbido a los encantos de Lidia y por eso había faltado a la cita!
Se hacía tarde, había que emprender el camino al colegio. Una última mirada por la ventana le muestra a Iosi corriendo por la calle, despeinado. Con la ropa a medio acomodar, comiendo la tostada del desayuno.
¡No se fue con la pechugona! Simplemente, se quedó dormido.
Berta salió corriendo a recibirlo. En el trayecto perdió un cuaderno y la hebilla quesujetaba sus rizos. Nada de eso importó cuando Iosi le brindó una sonrisa llena de mermelada y la tomó de la mano. Y allá iban los dos, iluminados por los rayos del sol que barría los nubarrones. Envueltos en esa luz, eran sólo ellos dos en el mundo.
¡Qué lindos recuerdos! Cada uno de los jóvenes de la foto hizo su camino y no se volvieron a ver.Pero el recuerdo de esa ilusión sigue abrigando el alma.
Berta ha encontrado la solución al problema. Va a explicarles a los padres el valor de las ilusiones juveniles. Va a decirles que permitan a Iara compartir este momento con Dan. No importa si va a ser el bashert (el predestinado) o las arenas del tiempo borrarán su huella. Hoy es una pequeña historia de amor juvenil, una ilusión que se transformará en un recuerdo que enriquecerá su existencia.
Hay que honrar la vida, brindar por la vida. ¡Lejaim!