Por Batia Nemirovsky*
Rabí Jaim de Zunz nos lega este relato: Un hombre vagaba, perdido, a través de un espeso bosque. Había estado caminando durante muchos días. Tenía hambre, sed, cansancio y estaba muy asustado. Cuando las últimas gotas de esperanza se evaporaban de su corazón, vio a la distancia una mujer. “¡Estoy salvado!”, pensó. “Sin duda, ella sabe cual es la salida de aquí”.
El hombre y la mujer comenzaron a correr el uno hacia la otra y en cuanto más se acercaban podían ver su mirada de expectante ilusión. Jadeantes, dijeron al mismo tiempo: “Gracias a Dios que hay alguien más en este bosque. Pensé que nunca iba a encontrar mi camino”. Rápidamente el optimismo se fue de sus caras al darse cuenta de que ambos estaban perdidos. Pasó un momento antes de que pudieran levantar la cabeza una vez más, pero lo lograron.
Tuvieron la suerte de encontrarse. Ella…
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